jueves, 26 de noviembre de 2015

El pausado buen hacer de Amar

Yo quería haber escrito una entrada sobre Amar es para siempre antes, básicamente cuando acabó la maravillosa tercera temporada. Sin embargo, por un motivo u otro se me pasó. Sí, influyó que en cierta manera me rompieron el corazón. ¿Me gustó el final? Sí, fue una temporada estupenda de principio a fin y las últimas semanas fueron pura dinamita. Eso sí, yo hubiera preferido un final feliz con Laura y Jorge marchándose juntos y Arratia no muriendo.

Pero, bueno, les dio por hacernos llorar a todos. Ay, Arratia, ay.

Aunque esta entrada no va sobre la tercera temporada, sino sobre la cuarta, que lleva ya casi tres meses. Y como ya hemos calado más o menos a los personajes (luego siempre nos pueden dar la sorpresa padre como con el amigo Julián Madariaga) pues toca hablar de ella.


Y es que esta cuarta temporada de Amar está siendo distinta a la anterior y, en parte, me recuerda a mis temporadas favoritas que vendrían a ser la primera y la tercera de cuando se emitían en TVE. Es decir, que están preparando las tramas poco a poco, basándose sobre todo en el corazón y con muchas connotaciones políticas. De hecho, las primeras semanas se ha basado en conocer a los personajes nuevos, situarlos en la plaza y eso les ha salvado.

Porque hay que admitir que se están tomando su tiempo para arrancar. Personalmente creo que no solapar las temporadas, como han hecho la mayoría de las veces, no ha sido precisamente un acierto. Y es que, de pronto, han tenido que presentar a muchísimos personajes y eso no ha dejado que arranquen la historia con fuerza. El año pasado, por ejemplo, como ya conocíamos a Clara y a los Blasco, se sumergieron desde el principio en la historia de Laura; también ayudó tener a secundarios que nos eran conocidos como los detectives, así que pudieron ponerlos en un atentado y a todos nos interesó.

Ojo, que conste que la cuarta empezó fuerte con el asesinato de la madre de Guillermo, pero tras esa primera semana explosiva, todo se pausó y, al menos para mí, no arrancó de verdad hasta que Tomás irrumpió en la Plaza de los Frutos.


Sí, se dedicaron a desarrollar relaciones, a dejar claro cómo era cada uno y a integrarlos a todos. Porque entre unas cosas y otras todos los personajes tienen más o menos relación con otros. Sin embargo, de la trama principal de espionaje todavía no sabemos mucho, más allá de que los rusos han hecho algo con Tomás (¿soy a la única que le trae por la calle de la amargura saber qué significan los puñeteros dados que le dio el agente soviético antes de liberarle como si nada?) y que el doctor Martos tiene relación directa con los nazis.

De hecho, se han dedicado a plantear ciertas cuestiones de forma más o menos clara: sabemos que Martos tiene un pasado nazi (y a saber qué más), que la madre de Guillermo no se casó con Gervasio precisamente por amor y, personalmente, encuentro muy rara la historia de Tomás y Adela.

Eso sí, el triángulo principal me tiene encantada. Al principio, estaba un poco confundida por los roles que iban a tomar cada uno, ya que mientras Martos parecía el encanto hecho hombre, Adela nos retrató a Tomás como un desgraciado que la trató fatal. Sin embargo, en cuanto Tomás regresó de Rusia demostró que era amor y que, en general, mola muchísimo. Hasta sus decisiones como capitán de la guardia civil son mucho más lógicas y humanas que las que había tomado su predecesor.

Precisamente ha sido el regreso de Tomás lo que ha hecho que algo me resulte raro en su historia. Tomás se ha pasado veinte años atrapado en un campo de concentración ruso, arriesgándose todo lo posible para escapar y regresar con su mujer y eso que no sabía que tenía una hija. Al volver a España, lo primero que hace es acudir a ella, pero al descubrir que Adela (que le creía muerto desde hacía años de forma oficial) se había casado de nuevo, se aparta y, aunque lucha por ella, lo hace desde el respeto y la honestidad. Por eso, no me cuadra el que estuvieran súper enamorados, pero de repente él se volviera frío, encadenara un desplante con otro y se pasara las noches fuera.


Todo apunta a una amante, sí, pero yo no dejo de darle vueltas a que hubo algo más. De momento, la teoría que tengo en mente es que le obligaron a ir a la división azul para proteger a Adela. Aunque no han hablado de la familia de Adela, ni de sus inclinaciones políticas, me resulta una mujer adelantada a su tiempo y rebelde, lo que quizás hizo que el régimen se fijara en ella y chantajearan a Tomás.

¿Qué me puedo pegar el hostión con la teoría? Pues sí, ya me pasó el año pasado con Julián, pero el pasado de esos dos no me cuadra y el que las fuerzas de la ley se fijaran en alguien así lo estamos viendo con Leonor y Miguel.

Pero, bueno, volviendo a la historia principal. Los roles han quedado definidos y yo no he podido comprarlos más: me encantan Adela y Tomás tanto por separado como juntos, como en las escenas con su hija, mientras que a Martos lo odio a muerte y ya estoy deseando que Tomás le patee el culo. Porque Martos ya no engaña a nadie. Habla mucho de interesarse por Sofía, de preocuparse por ella y, aunque no dudo que su objetivo es salvarle la vida, me parece que lo único que le interesa es mantener a Adela a su lado y para eso utiliza a Sofía.


Si le preocupara Sofía o la quisiera tanto como dice, habría reculado él solito y, al menos, hubiera avisado a Sofía que estaba viendo alucinaciones porque la pobre no sólo lo estaba pasando fatal, sino que estaba siendo injusta con la gente que quería. Pero, no, el tío callándose hasta que Emilia descubre la verdad.

Emilia, por cierto, es grandeza de la buena y cada vez me mola más. Además, es otra que está envuelta en misterios. Parece que practica abortos a quien lo necesita, pero no han dejado nada claro y a mí me pareció un poco raro el modo en que aparece. No dejo de pensar que podría ser una espía que se ha puesto a trabajar con Martos por su aproximación al Caudillo, pero a ver qué pasa.

Porque yo estaba hablando de Sofía. Ay, mi pobre Sofía, lo que le va a tocar sufrir a ella y a nosotros con ella. Porque Sofía es un amor de chica. Es dulce sin ser empalagosa, tiene carácter, es lista y justa. La hemos visto ayudar a quien sea, llevarse estupendamente con los Asturianos y aceptar a su padre sin montar ningún numerito porque ella misma sabía que Tomás tampoco era el culpable de no estar.

Y, claro, la hemos visto enamorarse de Guillermo, con quien hace una pareja muy mona. Eso sí, echo de menos que tenga una historia propia, que sea algo más que novia e hija. A ver si ahora que estamos entrando en faena, le dan algo más que hacer. De hecho, como le encanta tanto leer y la hemos visto leyendo novela negra, siempre he pensado que molaría verla en plan investigadora, quizás ayudando a Guillermo a encontrar pruebas que culpen a su padre o indagando en su pasado.


Dicho lo cual... ¿cuándo tienen planeado que Guillermo descubra que el pasado de su madre no es el que cree? Sabemos que hay cartas, que están en la mesa de Gervasio y que éste detuvo al hombre del que ella estaba enamorada. Para mí está más que claro que Guillermo es hijo de ese hombre, no de Gervasio, que seguro que era músico y de ahí el odio que procesa Gervasio tanto a los músicos como a su hijo.

No, en serio, ¡que esa trama avance un poco, por favor! Es que tengo ganas de saber exactamente qué pasó.

Es decir, que han sembrado muchas cosas que pueden dar grandes momentos, pero las están desarrollando despacito, afianzando el triángulo, la posición de Sofía en su casa (el no querer traicionar a ninguno de sus padres) y su relación con Guillermo. Es decir, están tirando por el costumbrismo más que el año pasado, que tuvimos giros, asesinatos y acción por un tubo, lo que la hace distinta, quizás más lenta, pero también tiene su encanto.


Porque, encima, están cuidando muy bien las tramas secundarias y nos están dando un poquito de todo como acostumbran: desde drama con más o menos intensidad, hasta humor, todo con relaciones entrañables.

La pensión, por ejemplo, es para morir de amor con la amistad que hay entre todos los personajes que la frecuentan. Estas últimas semanas hemos visto como todos se volcaban en la pobre Benigna (que ya les vale a los guionistas lo mucho que la están puteando esta temporada, ¡mal, guionistas, mal!) o como Pepa y Maruxa se han hecho amigas. Quizás no me termina de motivar el cuadrado amoroso entre Eladio-Pepa-Toni-Carmen, más que nada porque la historia de la mujer y el amigo la hemos visto (Carmen y Simón en la cuarta, Paco y Serafina en la anterior) con el agravante que está la hija de por medio. Encima, Carmen intensa es de lo más desagradable, lo que también me da pereza.

Otro personaje que tampoco sé muy bien qué piensan hacer con él es Ramón. Con él tengo sentimientos encontrados porque cuando lo ponen en la pensión o con Benigna me hace mucha gracia (el día que ella lo descubre haciendo de Hamlet casi me muero de la risa), pero la historia con Manolita corre mucho peligro de hacerse cansina. Además, es que ya hemos visto esta historia en la primera de Amar es para siempre, cuando Marcelino se hizo amigo de la repostera por el equipo de fútbol y Manolita se subía por las paredes.


A mí me hace gracia ver a María odiándolo y calándolo mejor que nadie, pero no se pueden tirar toda la temporada con él intentando seducir a Manolita a la chita callando. No sé si lo acabarán emparejando con Benigna, con Maruxa o qué piensan hacer, pero, por favor, que no alarguen el tema con Manolita demasiado.

Por lo demás, las otras historias y personajes me tienen encantada. En especial esa incipiente relación tan mona entre Ángel y María, quien está en fase de negación, aunque él le gusta. Estos dos son muy monos, él es muy genial (cada vez que le suelta zascas a la perra de Loli le hago la ola) y María se merece ser feliz, que la pobre bastante ha sufrido queriendo al novio de su hermana en silencio.

También es muy mona la historia de Pelayo y Emilia, al igual que la de Leonor y Miguel. Estos dos han tenido escenas de lo más emblemáticas, como el reencuentro en esa plaza cubierta de niebla tras que Miguel decidiera quedarse.

Además, en esta cuarta temporada están afianzando el personaje de Miguel, convirtiéndolo en el heredero de Laura Blasco, en el sentido de que es buena persona y ayuda a todo el mundo. Miguel se ha convertido en uno de los personajes más adorables por excelencia y también muy humano. Quizás su posición política no honra a sus padres biológicos, pero me parece tan sensata como natural, ya que, para él, la política le quitó a sus padres.


Eso sí, en ese sentido me preocupa muchísimo Leonor, que siempre ha tenido muy claras sus ideas y a su modo a luchado por la libertad, aunque en esta temporada lo está haciendo aún más. A veces parece que no sepa en qué país vive y la panda de desalmados que había en la policía, lo que me rechina un poco. Quiero decir, con su historia familiar me resulta tonto que diga cosas como "si no he hecho nada malo" o "¿qué me van a hacer?" o "no tienen motivo". De acuerdo que quieran mostrar lo cabrones que eran y lo mucho que se saltaban todo a la torera, pero tampoco hace falta que pongan a Leonor de ingenua perdida para hacerlo.

Me imagino que o bien de esta aprende un poco la lección (de verdad, sabiendo que el comisario Parrado te quiere cazar, ¿a quién se le ocurre no usar un pseudónimo?) o bien vamos a sufrir mucho con Leonor esta temporada, que una cosa es ser una luchadora y otra muy distinta una insensata.

Pero, vamos, que estoy bastante contenta con esta temporada, aunque estoy deseando que estalle del todo la trama del espionaje. También quiero saber qué personaje de la primera etapa vuelve (mis apuestas están con Álvaro Iniesta) y también cómo va a regresar Víctor Reyes, que sabemos que estos días se reincorporaba al rodaje.

En serio, qué ganas de ver los regresos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario