lunes, 17 de octubre de 2016

La elección final

Siempre es un placer terminar sagas, sobre todo cuando te han sorprendido mucho y la segunda parte te había gustado mucho, mucho. Por eso, tenía ganas de leer La elección final, que era la tercera y última parte de Las tejedoras de destinos, esa saga de ciencia-ficción de Gennifer Albin. Necesitaba saber qué iba a ser de Adelice tras cómo termina la entrega anterior, Entre dos mundos, también cómo iban a arreglar todo el jaleo que tenían con Arras y la Tierra a punto de destruirse mutuamente.

Y, sí, no me avergüenzo de decirlo: quería saber cómo acababa la historia de amor, porque Gennifer Albin nos dio un triángulo, que aparentemente resolvió en la segunda parte y, encima, hacia el team que a mi me gustaba, lo que nunca me pasa. NUNCA.

Así que con todo eso cogí con muchísimas ganas La elección final, que empezaba donde lo dejó Entre dos mundos:

Tras haber huido de Arras y descubierto cómo se originó, también el hecho de que ella parece ser la única que puede solucionar el problema que hay al mantener los dos mundos existiendo, Adelice se ve obliga a volver a Arras. No sólo eso, sino que debe hacerlo junto a Cormac, el líder de la Corporación, que desea casarse con ella para poder controlarla y ofrecer entretenimiento a la gente para que no descubran que su mundo está empezando a destruirse.

Sin embargo, Adelice nunca ha sido de las que permiten que las controlen y, pese a que Cormac tiene a su hermana, está más que dispuesta a luchar para salvar el mundo. Y no es la única, pues pronto descubrirá que, pese a haber vuelto a Arras, no está tan sola como pensaba en un primer momento.

La verdad es que La elección final es la novela de la trilogía que menos me ha gustado, más que nada porque me ha parecido un poco irregular, sobre todo en lo que respecta a su ritmo: mientras que en las entregas anteriores no dejaban de pasar cosas, la primera mitad de esta última parte ha sido bastante lenta, con una Adelice atrapada y asfixiada por Cormac, que casi no tiene posibilidad de movimientos. Luego, en la segunda mitad la acción comienza a sucederse a un ritmo frenético, por lo que, una vez que entras en la recta final, es muy sencillo leerla de una sentada.

Sin embargo, esa primera mitad me decepcionó un poco, ya que me esperaba algo más que esa especie de partida de tenis de Adelice y Cormac, que se pasan muchos capítulos discutiendo y dándole vueltas a lo mismo sin que llegue a suceder nada.

Eso sí, lo bueno es que al tener a Adelice de vuelta en el Coventri, nos hemos reencontrado con varios personajes que no habíamos visto en la segunda entrega y, también, hemos visto como ha cambiado todo en Arras durante el tiempo en el que Adelice ha estado fuera. De hecho, me gustó mucho el volver a ver a Pryana, sobre todo en la forma en la que lo hacemos, ya que le hace más justicia a la chica inteligente que presentaron que ese rol de archienemiga de Adelice que Gennifer Albin le encasquetó en Las tejedoras de destinos.

Pero, vamos, que el libro básicamente arranca cuando el resto de personajes se reúnen con Adelice en Arras, ya que ahí lo cambia todo y dejamos esa posición tan encorsetada para abandonarnos a las aventuras. Además, es entonces cuando Adelice puede ser ella misma, ya que durante su cautividad con Cormac tiene que controlarse y jugar a ser sumisa, más que nada para que Cormac no castigue a nadie por su culpa. Yo creo que se entiende bien esa posición maniatada de Adelice, pero personalmente me gusta muchísimo más verla ejercer de amiga y rebelde que de alguien que sólo puede ejercer de consorte, mientras busca su oportunidad.

Como he dicho, la última parte de la novela es lo mejor, ya que tenemos a todos los personajes trabajando juntos y empiezan a suceder todas las cosas que yo quería leer desde el anterior: el reencuentro de Adelice con Erik, el rescate de la hija de Jost, los hermanos unidos, la lucha final contra Cormac...

Eso sí, y ahora va a haber spoilers, así que leed bajo vuestra responsabilidad, el final no puede ser más retorcido y WTF?! De hecho, tuve que leerlo varias veces para entender lo que me estaba contando la autora y es que es tan raro que yo creo que necesito un epílogo para entenderlo del todo. No, en serio, entre que era todo un poco montaña rusa y que es raro de narices, fue todo un mindblow de manual.

Porque tras destruir Arras, Adelice se encuentra en la Tierra sin saber qué ha sido de sus amigos, así que se pone a buscar a los hermanos Bell. Descubre a Jost, el único superviviente de los dos, junto a Alix, esa aliada que resulta ser la mejor amiga de Erik, que no quiere separarse de él, lo que ya es raro, porque Alix siempre pasaba tres pueblos de Jost. No sólo eso es raro, sino que Jost, que está más muerto que vivo, le hace prometer a Adelice que cuidará de Sebrina, como se lo prometió a él... y Adelice se lo prometió ya a Jost. Pero es que, encima, cuando Jost se recupera, Adelice no deja de pensar que le recuerda muchísimo a Erik y, además de compartir su frase, los dos bailan sin música como hacían en la novela anterior. Así que Erik ha usado sus poderes de sastre para cambiar su aspecto por el de Jost, ¿pero por qué coño lo ha hecho? No en serio, ¿por qué? ¡Gennifer Albin, ya podrías dejar de hacerte la interesante y haber sido más clara, leñe!

Vamos, para una vez que se me cumple la pareja, va y lo hace en este final tan raro. ¡Arg!

Pero, bueno, al menos va a ser un final que recuerde durante toda la vida y que, aunque sólo sea por la paranoia tan grande que es, hizo que le diera mucho al coco. Así que ha sido un final bastante original para una trilogía de este tipo y, aunque lo leí hace unas semanas ya, sigo flipando con lo paranoico que es.

El próximo lunes literario estará dedicado a... El jardín del verano de Paullina Simons.

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